BIOGRAFÍA
Pino Ojeda Quevedo nace en El Palmar de Teror (Gran Canaria) en 1916. Inicia su formación de manera autodidacta en Literatura, Música y Artes Plásticas (especialmente pintura y cerámica). La temprana pérdida de su marido en 1939 durante la Guerra Civil española provoca un giro radical en su vida, que se verá orientada indefectiblemente a la creación artística y literaria.
Empieza a dar a conocer su poesía en la revista Mensaje (Tenerife, 1945-1946), dirigida por Pedro Pinto de la Rosa, en cuyo sello editorial aparecerá su primer libro, Niebla de sueño (1947). Colaborará también en otras revistas canarias del momento, como Mujeres en la isla y Gánigo.
En 1952 funda la revista Alisio, hojas en verso en las que publicarán poetas españoles de diversas generaciones (Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Carmen Conde, Gerardo Diego, etc.) junto con poetas canarios del momento (Pedro Lezcano, Chona Madera o Ventura Doreste).
En 1953 obtiene el primer accésit del Premio Adonais por su libro Como fruto del árbol, lo que le permite consolidar su trayectoria literaria fuera de Canarias. Un año después logra quedar finalista en el Premio Nadal (Barcelona, 1954) por su novela Con el paraíso al fondo. En 1954 obtiene el Premio de Poesía Tomás Morales con el libro La piedra sobre el camino.
A partir de la década de 1950, su obra comienza a figurar en varias antologías: Antología de poesía española (1954), de Aguilar; Poesía femenina española viviente (1954), de Carmen Conde; la segunda Antología (1962) y la Antología general (1969), de Adonais; Panorama poético español (1965), de Luis López Anglada, y Panorama antológico de poetisas españolas (siglos XV a XX), de Luz María Jiménez Alfaro, entre otras.
Poemas suyos aparecen traducidos al italiano en Voci femminilli della lirica spagnola del’900 (1964), de María Romano Colangeli, y al inglés en Contemporary Poetry from the Canary Islands, de Sebastián de la Nuez.
En 1991, obtuvo el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo por su libro El salmo del rocío. En 1997 el Gobierno de Canarias recopiló parte de su obra en una Antología poética. En 2000 es nombrada Hija Adoptiva de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y un año después recibe el Can de Plata del Cabildo Insular de Gran Canaria.
Muere en Las Palmas de Gran Canaria en 2002.
En 2016, contribuyendo a la celebración del Centenario de su nacimiento, Cam-PDS Editores / CanariaseBook preparan la edición en crowdfunding de dos de sus obras inéditas: El derrumbado silencio (poesía) y Con el paraíso al fondo (novela finalista del Premio Nadal en 1954). Ambas obras serán prologadas por dos profesores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Blanca Hernández Quintana y Yeray Rodríguez Quintana, respectivamente.
ACERCA DE PINOJEDA
«[…] Si hay algo que caracteriza a esta autora es su afán de conocimiento, su deseo constante por aprender y formarse. Estudia de manera autodidacta literatura, música y artes plásticas. Esta curiosidad por saber y por comprender el mundo en el que vive son las señas de identidad de su poesía, concebida como una búsqueda constante, como una fuente de exploración y conocimiento. […] Su vida es un ejemplo de mujer que supo vivir a contracorriente. En una época que relegaba a la mujer al papel de madre y esposa, Pino Ojeda decide ser dueña de su vida y adentrarse en terrenos tradicionalmente reservados al hombre, como es el terreno cultural».
Blanca Hernández Quintana
FRAGMENTOS
¡Cómo quisiera ser tus pequeñas cosas!
El aire que te roza y te acaricia.
El polvo que te sigue y se te posa.
El agua que desciende y te penetra.
La ropa que te cubre y te ausenta
la carne fuerte y olorosa.
El cuello que rodea tu garganta
yo quisiera ser.
Y quisiera ser tus manos, tus pies.
Pisar donde pisas y tocar lo que tocas.
Ser color y sentarme en tus pupilas.
Ser agua y verterme en tu boca.
Ser luz y en las mañanas
abrir mis dos ventanas
para que a la vida tú te asomes.
¡Ay, cómo quisiera ser para ti la nada
y poderte ofrecer el más allá!
***
Cuando el sol llegó al último recodo de la montaña, María seguía indiferente, sentada sobre la arena cálida de la playa. ¿Qué importaba en realidad eso? Era lo mismo que fuera temprano o tarde. Sí. Igual le importaba que los pies estuvieran dentro del agua desde hacía horas o que los tuviese metidos dentro de los zapatos toscos y endurecidos. ¿Para qué preocuparse? Tampoco valía la pena pensar en una u otra cosa. El sol, los pies, los zapatos. ¿Qué era todo aquello? Podía pensar en un telegrama, o en una carta, o quizá en un barco grande y blanco y en mucho humo. Sí. Mucho humo. Una hoguera inmensa subiendo hasta el cielo, hasta las nubes y los astros. Y después, mucho humo en el infinito y un cielo negro. Daba lo mismo que todo fuera igualmente negro. ¿No estaba acaso el agua bajo sus pies, negra y profunda? Y a lo lejos, asimismo, ¿no estaban viendo sus ojos una línea negra horizontal y otra vertical que subía hasta perderse en la nube más próxima? Nubes, cielo y humo.
***
La enferma abre los ojos, pero no dice nada. Mira al techo y se queda breves momentos contemplando la lámpara blanca y brillante. Después vuelve a cerrarlos con un gesto de cansancio. Tiene el rostro pálido y alrededor de los ojos, unas sombras profundas y violáceas. Hay paz y tranquilidad en la mano que descansa por encima de la cabeza. Está ligeramente abierta y momentos antes de despertarse formaba con el rostro un conjunto perfecto de armonía. Ahora la mano sigue en la misma posición, pero los ojos y la otra mano, sobre el cobertor blanco e inmaculado, están crispados. Poco a poco van aflojándose los dedos y sus ojos vuelven a quedar tersos y reposados. Sabe que a su lado hay alguien que la observa. No puede precisar exactamente quién es porque al despertar la ha deslumbrado la luz del techo, aunque sí ha podido ver una figura que se agita ligeramente.
***
La empinada carretera que conduce a la montaña más alta del valle está húmeda por el rocío y la luz que proyectan sobre ella los faros del coche la hacen aparecer brillante y escurridiza. María mira al cielo a través del parabrisas. La luna juega al escondite con las nubes y las estrellas no parecen esta noche almas lejanas y silenciosas, sino seres muy pequeños y alegres que le hacen guiños y la invitan a tomar parte en el concierto nocturno de los astros.
—¿Dónde está mi madre? —le había preguntado muchas veces, siendo pequeña, al ama Juana. Y esta le había contestado.
—¿Tú ves aquella estrella grande y brillante? Se llama Sirio. Es la más hermosa de todas. Pero no ha sido siempre así. ¿Sabes, mi niña? ¿Te has fijado que en el cielo hay muchas estrellas y que unas son más brillantes que otras?
Librería Canaima
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Domingo Doreste Producciones Audiovisuales
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Duli Ramos Sosa IRELAM CONSULTING
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Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria
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Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias
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CÓMO HACERSE MECENAS DE LA EDICIÓN DE PINOJEDA
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