«Conoce a Rosa, una pequeña ballena con una divertida forma de hablar y de ver el mundo, y con un todavía más extraordinario color».

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La ballena drosa

BIOGRAFÍA

 

Ana Luisa Fernández Díaz nació en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Después de terminar sus primeros estudios, comenzó la carrera de Magisterio, que ya en su último año alternó con cursos de especialización en lo que entonces era Educación Preescolar.
Posteriormente, empezó a trabajar como suplente en varios colegios de la isla, compaginando las clases a los alumnos con la formación continua, estudios de Pedagogía en la UNED y cursos y seminarios impartidos por la Universidad Alfonso X de Madrid y el ICSE de Las Palmas. En este último, realizó un máster universitario de especialización en Educación Infantil.
Durante esos años de formación, organizó un seminario de animación a la lectura que fue impartido por los mejores maestros en cuentacuentos de aquel momento. Ese curso marcó un punto de partida, una clara intención de implicar a los niños en una lectura de cuentos diferente, y comenzó un trabajo con sus alumnos en el aula, haciendo todo lo posible para que se despertara en ellos su pasión por la lectura y por la escritura de las fantásticas historias que tenían los peques en sus cabecitas.
Eso que tantos maestros hacen cada día, contar cuentos, se convirtió en una manera de enseñar cualquier materia. De ahí sale su primer cuento Una oruga con sorpresa (Anaya, 2001) con ilustraciones de Carla Fernández, a la que debe la historia de esa oruga, ya que fue precisamente su hermana quien la empujó a poner en papel uno de los tantos cuentos que inventaba en clase con sus alumnos.
Desde entonces continúa escribiendo algunas historias más y dedica parte de su tiempo a organizar cursos de animación a la lectura en distintos centros de la isla, donde sigue poniendo en práctica esas técnicas que tanto divierten a los peques.

Carla Fernández Díaz (talamaletina) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, en la especialidad de Grabado y Diseño. Talamaletina es su pseudónimo porque así era como una vecina de tres años la llamaba al intentar decir Carla Clementina.
Eligió este nombre porque dice querer tener presente siempre la infancia: «Es con los ojos de un niño con los que me gustaría mirar y crear. Como decía Picasso, nacemos artistas completos y nos vamos estropeando con los años. Yo aspiro a volver a tener esa libertad para crear sin pretensiones, sin miedos ni expectativas, ¡casi nada!».
Se recuerda de niña dibujando a todas horas, casi como una necesidad fisiológica, así que cuando llegó el momento de elegir una carrera tuvo claro que estudiaría Bellas Artes. Por este motivo, salió de su Gran Canaria natal para estudiar Bellas Artes en Sevilla, especializándose en Grabado y Diseño Gráfico.
Antes de acabar la carrera vivió su primera experiencia como ilustradora profesional en Una oruga con sorpresa, escrito por su hermana, Ana Luisa Fernández Díaz.
Durante su estancia en Barcelona, trabajó como maquetadora y diseñadora gráfica. También en mercadillos de artesanía pintando camisetas, como escaparatista, como monitora de talleres infantiles y, por supuesto, como ilustradora. Todas esas experiencias la llevaron a la conclusión de que lo que quería hacer era lo que siempre había hecho: dibujar.
Ha participado en casi una veintena de proyectos editoriales y actualmente trabaja ilustrando ideas, dándoles forma y color a los proyectos e historias que encuentra en su camino.

 

EXTRACTO

 

¿Qué pasaría si un buen día viéramos una ballena de color rosa? Sí, rosa, sí, no me he equivocado.
Ya sé que todos hemos oído alguna vez hablar de las ballenas. Las hay grises, blancas, jorobadas y hasta asesinas (claro que yo nunca he pensado que de verdad lo fueran), pero nunca de las rosas.
El caso es que ballenas rosas, lo que se dice rosas, la verdad es que no había leído nada hasta que oí la historia de Rosa. La pobre lo pasó muy mal con eso de ser diferente a las demás.
Y es que, cuando nació, su madre, una enorme y preciosa ballena gris, pensó que debía tener una aguaviva posada en su ojo porque… ¡todo lo veía rosa! Pero no, era verdad, había tenido una ballenita ¡rosa!
—¿No es linda? —se dijo—. Aunque la veo un poco pálida, pero seguro que cuando le dé un poco el sol se le pasará… —siguió diciendo para convencerse.
Mientras, papá ballena se le acercó y le susurró:
—Oye, mamita, no crees que nuestra hija es… Mmm… está…
—¿Pálida? —interrumpió mamá ballena ofendida—. ¡Sí! Pero se le pasará en cuanto lleguemos a las aguas cálidas. Ya irá cogiendo sol… —y se alejó derrochando seguridad y moviendo su gran cola.
Papá ballena frunció el ceño y la siguió pensativo.

 

 

De repente, pareció que todo el Océano Atlántico se quedó sin ruidos, sin olas, sin movimiento, como si el tiempo se hubiera detenido, porque de hecho se detuvo. Tanto que el frenazo en mojado que dieron las ballenas y los otros delfines fue espectacular.
La cara de las ballenas era de terror. Si aquellos delfines lo habían notado, qué pasaría con los demás… Pero nuestra ballenita, que parecía no pertenecer a esta historia, continuó hablando:
—¿Y qué es ser drosa? —se oyó por fin la vocecita de aquella ballenita rosa.
—Puez, digo pues, un color nada normal en las ballenas por cierto —respondió el enteradillo delfín antes de que nadie pudiera impedírselo.
Mamá ballena empezaba a ponerse de los nervios y trató de arropar a su hijita con su aleta, pero ella se fue nadando hacia el delfín mirándolo con curiosidad.
—¿Y tú? ¿También eres drosa? —preguntó con mucho interés.
—¿Eztás loca? ¿Yo roza? Porque se dice rrrossa, no drossa —añadió el listillo procurando pronunciar todas las palabras con absoluta corrección para que la ballena se fijase en él y aprendiera.
—Pues… es que no sé cómo es el rrrosa —rechistó la ballenita.
—¿Es que nunca te has visto?
—No sé, bueno… ¡soy una ballena! —dijo enfadada—. Como mis papitos, ¿no, mamita?
—¡Ya dejemos de hablar de esto! Se le pasará cuando coja sol.
—¡Sí, se me pasará! —repitió automáticamente la ballenita—. ¿Qué se me pasará, mamita?
—Yo creo que no ze le pazará, ssseñora, irá a peor…

 

 

A pesar de todo, continuaron el viaje juntos. La ballenita comenzó a interesarse por el resto de sus compañeros de juegos. Trataba de imitarlos haciendo toda clase de saltos en la superficie del agua, no se daba por vencida.
Cuando no lo lograba, se amulaba cruzando sus aletas delanteras y quedándose más rosa aún de lo que ya era. Pronto se dio cuenta de que su cuerpo no estaba hecho para esas piruetas y enseguida buscó otros entretenimientos.

 

Se acercó a los corales. Aquello sí que era espectacular, el colorido: naranjas, azules… Algunos se mecían con el vaivén de las corrientes, otros tenían unas bonitas flores que hacían cosquillas en la nariz de Rosa. Ya va siendo hora de que nosotros la llamemos así, ya que ella aún no lo sabe, ¿no?

CÓMO HACERSE MECENAS DE LA EDICIÓN DE LA BALLENA DROSA

Haciendo una aportación (desde 15 euros) que tendrá como recompensa el libro dedicado y la cita de tu nombre y apellidos como mecenas en la primera página de este libro.

Puedes hacer tu aportación por varias vías:

  1. Directamente en esta página de crowdfunding abonándola con tarjeta o PayPal (selecciona tu recompensa y pincha en ‘APOYA’).
  2. Por transferencia bancaria, indicando nombre y apellidos seguido de MECENAS DE LA BALLENA DROSA a CanariaseBook: ES45 3076 0910 3123 8660 9925 (Cajasiete). Posteriormente envía un correo a mecenas@canariasebook.com con tu nombre y apellidos, email al que quieres que te llegue toda la información de este proyecto y aportación que has hecho. En el asunto pon Mecenas de LA BALLENA DROSA.
  3. Pagando en efectivo en la sede de CanariaseBook (calle Domingo J. Navarro, 23. LPGC. 928 054 344) o contactando con las autoras.
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